Poesía de un inhundado

Yo le tenía miedo a la oscuridad,

hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.

Yo no resistía el frío fácilmente,

hasta que aprendí a subsistir en ese estado.

Yo le tenía miedo a los muertos,

hasta que tuve que dormir en el cementerio.

Yo sentía rechazo por los rosarinos y por los porteños,

hasta que me dieron abrigo y alimento.

Yo sentía rechazo por los judíos,

hasta que le dieron medicamentos a mis hijos.

Yo lucía vanidoso mi pullover nuevo,

hasta que se lo di a un niño con hipotermia.

Yo elegía cuidadosamente mi comida,

hasta que tuve hambre.

Yo desconfiaba de la tez cobriza,

hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.

Yo creía haber visto muchas cosas,

hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.

Yo no quería al perro de mi vecino,

hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse.

Yo no me acordaba de los ancianos,

hasta que tuve que participar en los rescates.

Yo no sabía cocinar,

hasta que tuve frente a mí una olla con arroz y niños con hambre.

Yo creía que mi casa era más importante que las otras,
hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.

Yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido,

hasta que todos nos transformamos en seres anónimos.

Yo criticaba a los bulliciosos estudiantes,

hasta que de a cientos me tendieron sus manos solidarias.

Yo estaba bastante seguro de cómo serían mis próximos años.

Pero ahora ya no tanto.

Yo no recordaba el nombre de todas las provincias,

pero ahora las tengo a todas en mi corazón.

Yo no tenía buena memoria.

Tal vez por eso ahora no recuerde a todos,

pero tendré igual lo que me queda de vida para agradecer a todos.

Yo no te conocía,

ahora eres mi hermano.

Teníamos un río,

ahora somos parte de él.

Es la mañana.

ya salió el sol y no hace tanto frío.

Gracias a Dios.

Vamos a empezar de nuevo.

Comentarios

Entradas populares